Natural Burguer

La tenue y fría luz de un tubo fluorescente que parpadea intermitentemente, baña el rostro de Sam entre sombras y destellos. Con los codos apoyados en una desgastada mesa de plástico, sostenía una hamburguesa con ambas manos, como si fuera un tesoro que merecía ser apreciado. La delicia prohibida despedía un aroma tentador que llenaba el ambiente, y el sonido de la carne cocinada a la parrilla chisporroteaba de manera casi hipnótica.

Sus ojos brillaban con emoción mientras contemplaba el clandestino Mc Menú, todo un símbolo de rebeldía.

Tomó un mordisco, y el sabor de la jugosa carne inundó su boca, transportándolo a su infancia cuando sobre los verdes prados las ganaderías, pilar fundamental de la garantía alimentaria, pastaban libremente, escenario que contrasta drásticamente con el árido paisaje actual, plagado de placas fotovoltaicas que se extienden hasta donde alcanza la vista.

Ya no hay bosques, ni aves en los cielos, la ingeniería del clima evita catástrofes naturales a cambio de no ver la luz del sol debido a una moderada niebla permanente, biodiversidad de los ríos se ha regenerado gracias a la eliminación de todas las barreras contruidas por el hombre, ahora el curso de lo ríos y sus riberas están fuertemente vallados impidendo todo acceso al agua, convirtiéndolo un recurso carísimo al alcance de la exclusiva clase gobernante y sus amos, el banco.

El sonido de la puerta chirriante hizo que Sam se sobresaltara. Levantó la mirada y vio a Alex, su leal compañero en esta cruzada gastronómica, acercándose con una sonrisa traviesa en el rostro.

Contra todo pronóstico, Mc Donald´s, la última franquicia regentada por hombres libres, se había declarado ilegal por producir alimentos a partir de productos naturales.

El último gobierno mundial «electo democráticamente» en unos túrbios y muy dudosos comicios dió solución al hambre en el mundo instalando en todos los hogares del planeta una impresora de alimentos, un artefacto metálico con un panel de control con unas pocas luces y chirriantes sonidos que mediante un reconocimiento de retina imprime una absurda y grotesca imitación a un plato de comida que, por cierto, para que pensemos que aún somos libres, podemos elegir entre un reducido menú de opciones.

El lema «no tendrás nada y será feliz ha triunfado».

3 comentarios

  1. La realidad acaba superando a la ficción. Ojalá te equivoques Carlos, tu relato es estremecedor

  2. Muchas gracias por tu comentario.
    Cuando me siento en la calle a ver pasar a la gente, me entra un gran temor, los veo no queriendo saber nada, deseando seguir caminando en dirección al acantilado diciendo «¡Déjame en paz que por aqui vamos bien!»

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