No me la compré yo

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Clara, con una mirada afilada, se acercó a Javier con el teléfono en la mano.

—Javier, ¿puedes explicarme por qué hay un cargo de 13,990 euros en nuestra cuenta por una bicicleta Specialized S-Works Tarmac SL8 – SRAM Red AXS? —dijo, su voz cortante como un cuchillo.

Javier, sorprendido, levantó las manos en señal de inocencia.

—¡No fui yo! —exclamó, sonriendo con su encanto habitual—. Te lo juro, esa bicicleta no es mía.

Clara lo miró con escepticismo, arqueando una ceja.

—¿Y quién fue entonces? ¿AlphaGeometry IA? ¿Esa IA que te ayuda con tus cálculos? Porque, casualmente, la bicicleta que ha comprado es justo la que llevas meses diciéndome lo maravillosa que es. Esa Specialized S-Works Tarmac SL8 es la joya de la corona: pesa solo 6.7 kg, tiene un cuadro de carbono FACT 12r, y su transmisión SRAM Red AXS es un sueño para cualquier ciclista —respondió, cruzando los brazos y desafiándolo con su mirada.

Javier, decidido a salir de esta, recordó los acontecimientos del 2 de diciembre de 2024.

—Escucha, Clara —dijo, intentando mantener la calma—. ¿Recuerdas la noticia hace algún tiempo sobre el pirateo de la base de datos de Hacienda? Un grupo de hackers, Trinity creo que se llamaban, logró acceder a 560 GB de datos de contribuyentes de España y pedían un rescate millonario. Al parecer, Hacienda no entró al trapo y al final cumplieron con su amenaza vendiendo los datos al mejor postor. ¡Pues ahí lo tienes, un robot ha debido ser!

Clara soltó una risa burlona.

—¿De verdad crees que voy a comprar esa historia? Un robot comprando bicicletas que tú has estado deseando. Suena más a una excusa de mal estudiante que a una defensa válida. Me recuerdas a un alumno muy caradura que tuve hace tiempo, que tenía los santos cataplines de decirme que se le habían pinchado las ruedas al tren cada vez que llegaba tarde. Además, ¿no es un poco sospechoso que justo la bicicleta que el robot ha comprado sea la que tú querías?

Aprovechando su descaro, Javier decidió dar un paso más.

—Mira esto —dijo, dirigiéndose a su computadora—. Hay un artículo que dice que las cuentas de Hacienda fueron vulneradas. ¡Es posible que alguien haya usado mi información para comprar esa bicicleta!

Clara, aunque aún escéptica, comenzó a considerar la posibilidad.

—Ya, claro. ¿Y qué más? ¿Vas a decirme que el robot también compró la inscripción para la Quebrantahuesos 2025 que pensabas mantenerme callada hasta el último día? —replicó, manteniendo su tono incisivo.

Javier, disfrutando del desafío, sonrió con descaro.

—No, pero vamos, Clara, tú y yo sabemos que he estado hablándote de las maravillas de esa Specialized Tarmac SL8 y ese color Gloss Solidity/Red to Black Pearl/Metallic White Silver que me quita el sueño. Ni un cable a la vista, la bicicleta más rápida del mundo que se une al grupo SRAM RED AXS con medidor de potencia. ¡Es la bicicleta perfecta para mí! ¿No la elegiría un robot verdad?

Clara, aunque descolocada por la jeta de Javier, no estaba dispuesta a dejarlo escapar tan fácilmente.

—Está bien, Javier —dijo, con un tono que dejaba claro que no se lo iba a poner fácil—. Pero si descubro que has estado comprando bicicletas en secreto, no habrá robot que te salve de mis ganas de fundir tu tarjeta donde tú ya sabes. Y, por cierto, ¿que justo que la bicicleta que el robot ha comprado es la que tú querías? ¿un poco sospechoso verdad?

Javier, tragando saliva como una piedra pero aún sonriendo, sintió que la presión aumentaba. A pesar de haber «logrado» salir de la situación por el momento, sabía que la investigación sobre el pirateo podría desvelar más sorpresas.

—Claro, cariño. Pero si un robot me llama para ofrecerme una bicicleta, prometo que te lo diré primero. Además, ¿quién podría resistirse a esa belleza? —respondió, tratando de mantener el buen humor.

Mientras Clara se alejaba abanicándose con la Visa de Javier para seguir investigando, Javier se quedó pensando en lo complicado que podría volverse todo si la verdad salía a la luz.

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